¡Por fin miércoles compañeros! toda una semana preparando el artículo de hoy. Es un tema del que ya hemos hablado como parte de la motivación y el talento, pero va más allá.
Cuando hablamos de empresa, todos tienen en su mente una especie de organigrama en el que se estructuran los departamentos, pero la realidad es más diferente de lo que pensamos.
La mayoría de las empresas no tienen un organigrama ideado ya que sus trabajadores pueden pasar de un departamento a otro según proyectos encargados o porque simplemente la empresa es pequeña y tienen que hacerlo todo, es decir, no hay nadie especializado en nada.
Si nos encontramos en una organización de organigrama abierto, el talento puede pasear de un lado hacia otro de forma horizontal sin problema alguno. La ventaja de este tipo de organizaciones es que cuando algún empleado no funciona bien en un proyecto puedes moverlo a otro proyecto en el que de más de si mismo que en el proyecto anterior.
A todos nos ha pasado, es decir, somos personas, todos hemos cometido algún error en el trabajo, lo raro sería que todo lo hiciéramos perfecto.
Cuando estas cosas pasan nos encontramos ante dos tipos de mando superior:
1.- El que entiende que el error es del empleado y por tanto la responsabilidad es del empleado cargando las culpas contra éste.
2.- El que entiende que el error puede no ser directamente del empleado e intenta solucionar el problema.
Normalmente, el primero de los mandos, suele acabar eliminando el proyecto y sin cliente, por lo tanto, gastando dinero y tiempo que no va a volver a recuperar.
El segundo de los mandos, tiene varias opciones, la más común y que más efecto suele dar es cambiar al empleado que más incómodo se siente en el proyecto, bien porque le falte preparación, bien porque no haya acabado de entender lo que el cliente quiere.
Puede parecer una tontería, pero el resultado es que el empleado se siente más seguro en otro proyecto, tiene mayor autoestima y colabora mucho más que cuando trabajaba en el otro proyecto. Por su parte, ambos proyectos siguen adelante, el cliente se encuentra satisfecho y el tiempo invertido sigue su curso.
No es más que una forma de motivar al trabajador, de entenderlo y sobre todo de retener el talento en nuestra empresa.
Si el trabajador es bueno, puede irse cuando quiera, seguro que la competencia tiene las puertas abiertas a un trabajador con talento y nosotros terminaremos perdiendo un recurso muy valioso por no saber cuidarlo.
El principal problema de no gestionar bien los recursos humanos es que los empleados sufren de forma emocional una mala gestión, ya que su mando superior responsabiliza al empleado como recurso, mientras que el resto de recursos pueden fallar rompiéndose o no haciendo lo que se esperaba de ellos. Entonces es cuando el mando superior piensa cómo ha podido ocurrir y se responsabiliza de ello.
Presionar tanto a un trabajador no solo baja la autoestima sino que puede llegar al estrés laboral con todas las consecuencias que tiene ésto: depresión, absentismo, ansiedad, etc e incluso llegar al síndrome de burn out. Esto hará que su productividad caiga. También puede ocurrir lo que anteriormente anunciaba: que el trabajador, quemado de estar en un sitio donde no se le valora y consciente de que probablemente pueda dar más de sí, se vaya a otra empresa donde lo valoren y expriman de forma positiva su talento.
Gestionar los recursos humanos puede parecer fácil a simple vista porque se da por sentado que son recursos y no se les suele dar la importancia que tienen y que los caracteriza, es decir, QUE SON HUMANOS
Hasta aquí el post de esta semana, hasta el próximo miércoles ;)
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